La historia es la presentación, sobre la forma de una exposición narrativa o sistemática, de los eventos de cualquier naturaleza que ocurrieron en el pasado. Comprende no apenas el estudio de los acontecimientos políticos y militares que constituyen la vida, por así decirlo, externa de las naciones y de los Estados, sino también el conocimiento de las ideas morales o religiosas, de los usos, de las formas de civilización artística, literaria o científica, propias de cada pueblo y que, en realidad, explican su evolución y su influencia.
Gran parte de las expresiones artísticas del hombre prehistórico se encontraban en las cuevas. Las pinturas fueron preparadas con determinadas sustancias, por ejemplo, ocres, mezclado en la grasa de los animales, sangre y agua. Las puntas de los huesos, piedras y madera, pedazos de ramas o arreglos de plumas y pieles sirvieron como pinceles. La calidad porosa de las piedras de las cuevas favoreció la retención de materiales en ellos aplicados, manteniéndose las manifestaciones artísticas primitivas intactas durante mucho tiempo.
No hay duda que, desde el comienzo, el arte fue estrechamente relacionado con la magia. El objeto principal de este arte fueron los animales. Los cazadores prehistóricos creían que al retratar los ejemplares de caza pretendida en las pinturas de las cavernas, podían llegar a dominar a esos animales con mayor facilidad y seguridad. Se trataba de un arte basado en creencias supersticiosas.
La etapa más avanzada del Paleolítico revela notables expresiones de pinturas, pequeñas esculturas y tallas de piedra. El hombre se convierte en un experto observador de los animales cazados y de otras fuerzas de la naturaleza, a las cuales presta sentido mágico y ritualista.