La región del Tíbet vive en los últimos años una coyuntura sociopolítica delicada debido a la cuestión de la ocupación China de sus territorios. La visibilidad actual de este problema, de hecho, incorpora una trayectoria milenaria entera de acontecimientos históricos. En el período de expansión del Imperio mongol, las tropas llevaron a cabo la ocupación de territorios de China y Tíbet. Siglos más tarde, la dinastía Qing, última en controlar el régimen monárquico, también ejerció dominio sobre los tibetanos.
Después de la proclamación de la República de China en 1912, los líderes políticos del Tíbet se han movilizado por la expulsión de las fuerzas chinas de su país. En 1913, el XIII Dalai Lama proclamó la independencia del Tíbet, incluso sin tener el reconocimiento de las autoridades chinas. La incertidumbre sobre el tema había previsto un período de animosidades que resultó en el estallido de un conflicto armado en 1918. Tal conflicto no dio un punto final a las alegaciones de cada una de las naciones.
En la segunda mitad del siglo XX, la revolución comunista China llegó a reavivar con más intensidad las disputas entre China y el Tíbet. Las fuerzas militares comunistas llevaron a cabo la invasión de las regiones fronterizas, tratando de ampliar la zona de influencia política revolucionaria. Sintiéndose perjudicadas, autoridades tibetanas recurrieron al poder de decisión de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Siendo obligados a firmar un tratado que garantizase el poder de las intervenciones chinas, los tibetanos permanecían en una situación desfavorable.
En 1951, las tropas de Mao Tse-Tung, líder máximo de China comunista, emprendieron la ocupación efectiva de la región del Tíbet. Sin ser capaz de ofrecer gran resistencia, el Tíbet tuvo su cultura, tradiciones políticas y religiosas denigradas por el diseño estandarizado de los comunistas chinos. Varios monasterios fueron destruidos, se impuso una reforma agraria a la población local y la autoridad de los monjes tibetanos se redujo significativamente.
En el año 1959, la población del Tíbet organizaría uno de los más grandes levantamientos contra la ocupación China. La violencia de los conflictos instaló una situación gravemente amenazante a la integridad física y política del Dalai Lama. Desde entonces, el Dalai Lama vive huyendo en la India y viaja por países de todo el mundo en busca de apoyo político en relación con la liberación del Tíbet. Durante todo este tiempo, varios tibetanos también optaron por el exilio en diferentes países. Este hecho ha abierto mayor espacio a la dominación China.
Hoy en día, gran parte de la población del Tíbet es de ascendencia china. Los líderes políticos de China dependen de ese hecho para ratificar el proceso de dominación en la región. Además, el gobierno chino está patrocinando un proceso de transformaciones en el Tíbet que aproxima el trazado arquitectónico y la economia de los modernos polos de desarrollo de China. Además, los monjes tibetanos tienen sus actividades y demostraciones públicas sistemáticamente vigiladas por las autoridades chinas.
En el año 2008, los preparativos para los Juegos Olímpicos de Beijing sirvieron como sede de varias protestas alrededor de la cuestión tibetana. Artistas, manifestantes independientes, grupos políticos y organizaciones no gubernamentales de todo el mundo dieron soporte para la causa tibetana. En contraste, la notoria influencia económica China impide que grandes naciones y organismos internacionales ejerzan presión contra China con respecto a este delicado problema.