La fama de ser un animal con comportamiento difícil e incapaz de aprender comenzó en la Grecia antigua.

Alrededor del año 600 a.C., el burro se trató ya en historias como terco, estúpido e ignorante. En una de las fábulas de Esopo –narrativas orales sobre animales con características humanas– el burro viste una piel de león e intenta asustar a las personas, hasta que es capturado en un desliz. Posteriormente, esas historias fueron transcritas al papel y popularizadas por Fedro, en el siglo I, y por el francés Jean de La Fontaine, en el siglo XVII.

Los adjetivos que llevaron a convertir el animal en símbolo de estupidez e ignorancia empezaron a aparecer con mayor fuerza en el siglo II. La expresión ‘cogitatio’ (razonamiento de burro en latín), formaba parte de la obra de Lucio Apuleyo, autor de El Asno de Oro (Asinus aureus), sobre un hombre convertido en Asno.

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