Para entender las causas de la revolución francesa, es necesario que, antes que nada, establezcamos un cuadro breve acerca de las transformaciones ideológicas experimentadas durante este período. Durante el siglo XVIII una serie de pensadores han contribuido a la consolidación del movimiento de la Ilustración, que en el conjunto de ideas, era una constante crítica contra los privilegios y los problemas causados por el modelo centralizado de las monarquías nacionales.
Muchos de estos pensadores vieron en la figura del rey una situación política contra el ejercicio de las libertades y legitimadora de las desigualdades que alcanzó al hombre en la sociedad. Por lo tanto, estos pensadores propondrían un nuevo sistema socio-político fragmentado en tres nuevos poderes que podrían perseguir a la justicia a través de un conjunto de leyes válidas para cualquier persona, independientemente de su postura política, condición económica o práctica religiosa.
Sin duda, es a través de este argumento que entendemos el origen de la frase revolucionaria francesa Liberté, Egalité, Fraternité (en español Libertad, Igualdad, Fraternidad). Sin embargo, no podemos limitarnos a conceder al poder de las ideas toda la motivación de este acontecimiento histórico. También deben considerarse las cuestiones políticas y sociales para que podamos entender el ambiente en el cual los ideales de la ilustración han encontrado terreno fértil.
De hecho, Francia vivió una situación bastante contradictoria durante el período anterior a la revolución liberal. La burguesía, responsable del desarrollo comercial y financiero del país, comenzaría a encontrar serias dificultades para garantizar la atención de sus intereses privados. La nobleza y el clero se apoyaban financieramente del cobro de pesados impuestos que comprometían seriamente la expansión de la actividad comercial del país burgués.
Al mismo tiempo, retrocediendo algunas décadas del siglo XVIII, vemos que la derrota en la Guerra de los Siete Años (1756-1763) y el gasto en la Guerra de Independencia (1776-1781) generaron una significativa cantidad de pérdidas que debilitaron la economía francesa. Ante la difícil situación, la monarquía francesa tuvo que aumentar los impuestos y la inspección con el objetivo de ampliar las fuentes de ingresos que sustentaron el régimen monárquico.
Como si no bastasen esas cuestiones en relación a la burguesía, Francia tenía todavía una gran parte de su población viviendo en el campo, bajo antiguas tradiciones y exigencias medievales. La opresión de los nobles propietarios de tierra (protegidos por la monarquía), contra la clase campesina abriendo otro foco de tensiones que vendría a ser agravado con la crisis de abastecimiento que alcanzó a Francia un poco antes de la revolución. A partir de 1787, las malas cosechas provocaron un gran aumento en el valor de los alimentos.
De esta manera, percibimos que el grupo social más numeroso (campesinos) y el más próspero (burguesía) se encontraban insatisfechos con el régimen. A pesar de la insatisfacción, estos dos grupos no tenían condiciones de tener sus demandas atendidas por el gobierno. Solamente los miembros del llamado Primer Estado (clero) y el Segundo Estado (nobleza) tenían influencia suficiente para tener sus intereses atendidos por la figura del rey. Con eso, una gran posibilidad de cambio que iría a tomar cuenta de toda Francia al final del siglo XVIII.