Durante la era del absolutismo existían determinantes factores políticos y religiosos que afectaban directamente a nobles e Iglesia. El poder nacional, representado por los reyes, tuvo un aumento significativo debido al debilitamiento del propietario. Durante este período, Europa vivió en el ámbito internacional y hubo una caída considerable de la energía universal, simbolizada por el Papado y el Imperio.
La Reforma Religiosa del siglo XVI sacudió el poder papal e indirectamente afectó al Imperio, porque el poder político imperial fue establecido por el poder espiritual del Papa y este hecho contribuyó a la desaparición del poder universal. En este momento, el sistema político de los príncipes alemane trataban de alejar el poder imperial y el poder absoluto para organizar un plan en marcha, con el apoyo de la burguesía.
El fin del poder papal, facilitaba a los reyes y hacía posible el control de las iglesias nacionales y la recepción de las rentas eclesiásticas. Los tribunales del Papado, que controlaban la disciplina eclesiástica, fueron reemplazados por las cortes reales, los propietarios del poder judicial.