En varias ocasiones, algo que relaciona el estudio de la física con nuestra vida cotidiana pasa desapercibido. Otras veces no paramos de pensar en qué es lo que nos rodea. El universo está lleno de maravillas como estrellas, planetas, satélites, que no siempre se detienen a observar. Somos conscientes de las fases de la Luna, pero no todos saben que el Sol también tiene fases.
Sabemos que el Sol es una estrella, la estrella más grande del sistema solar. Todos los demás planetas, asteroides y otros cuerpos celestes giran en torno a ella. El Sol se compone principalmente de hidrógeno y helio. En su interior se producen las reacciones nucleares que generan manchas en su superficie, más conocidas como manchas solares.
Con el aumento de la temperatura en la corona del Sol, se producen los vientos solares. El viento solar es un flujo continuo de partículas cargadas que también implica la pérdida de la masa por parte del Sol.
Además de las partículas procedentes del viento solar, también existen grandes eyecciones de masa que se asocian a las elevaciones que se producen en la superficie del Sol; dichas eyecciones o expulsiones con fuerza son el resultado de ciclos solares.
Los ciclos solares son actividades sobre la superficie del sol que tiene una duración de aproximadamente 11 años. Cuando la atmósfera solar es más efervescente, ella expele llamas que pueden alcanzar tamaños equivalentes a los de pequeños planetas. Esos periodos regulares de mayor actividad del Sol son llamados de máximo solar por el hecho de las prominencias alcanzar picos más elevados.
Aunque haya ciclos que llegan a 11 años, el Sol también cuenta con oscilaciones que pueden durar cientos de años. Después del período de picos elevados, la superficie solar vuelve a permanecer ‘tranquila’, es decir, pasa por un periodo de estabilidad.
Según la Universidad de Southampton, hasta 1985 el Sol alcanzó un pico fuerte. Después de este año las actividades solares decrecieron.